Invítame a café y conviértete en mi mecenas particular :) Quiero ser tu mecenas
Capítulo 10: Agradecida y emocionada
Estoy en mi cama, recién duchada y con el pelo seco ya. Me siento limpia y estoy agotada al tiempo que me invade una nueva sensación de reconciliación conmigo misma.
Asoma una pequeña duda cuando me viene a la mente la cara de mi madre cuando llegué. Sacudo la cabeza y me hago una bolita en la cama.
Recuerdo los besos y caricias de Mamen y me invade una sensación cálida que nunca antes había experimentado.
Prohibido enamorarse, Nico. No seas tan niñata de enamorarte por un polvo, por una primera vez, por una primera chica.
Pero, uf, qué chica, qué polvo y qué primera vez.
Mientras me relamo en el recuerdo de los detalles de mi noche con Mamen pienso que si no morí de placer, tampoco lo haré por mandar un mensaje.
Alcanzo el móvil de la mesilla y le escribo.
«Mamen, quería escribirte para darte las gracias. Sólo me sale eso. Muchas gracias».
Envío y me doy cuenta de la estupidez que es poner el nombre de la persona en el mensaje. Es obvio que me dirijo a ella. Lo he escrito como si estuviéramos delante y necesitara que me mirara para darle las gracias, pero con los mensajes al móvil, la función conativa la realiza un LED luminoso y parpadeante.
Trato de dejar de pensar. No espero a que me conteste, estoy agotada y quiero dormir. Dejo el móvil en silencio sobre la mesilla y vuelvo a hacerme una bola.
Al poco rato, veo en el techo una débil luz verde y parpadeante. Me giro y veo que es el móvil. Tengo un mensaje. Sí, es de Mamen.
«Era tu primera vez, ¿verdad?», me pregunta.
Medito dos segundos la respuesta. Se me cruza por la mente la idea de mentirle y decirle que no, pero mis dedos me traicionan.
«Sí…».
Mamen no contesta. Nos quedamos las dos sin escribir pero «en línea», como si estuviéramos mirándonos en silencio. Pero lo único que miramos es una pantalla de móvil.
A los pocos segundos, Mamen sale de la conversación y yo me quedo sola mirando al vacío.
Es el minuto más largo de mi vida. Tras él, Mamen vuelve a estar en línea y a escribir.
«Espero que te haya gustado. Creo que nunca he sido la primera vez de nadie».
«Sí me ha gustado».
«Como no has gritado…».
«No quería molestar a los vecinos o a tus compañeros».
«Jajaja, ¡ellos me molestan a mi con sus noches de amor!».
La palabra amor cae como una plomada en el chat. Parece que Mamen se ha dado cuenta porque cambia de tercio.
«Nico, tengo que despedirme. Mañana me espera un día muy duro en el trabajo».
«Claro. Buenas noches. ¡Qué vaya bien mañana!».
«Gracias. Ya te contaré 😉 Buenas noches. Que descanses».
Mamen vuelve a salir de la conversación y yo me quedo embobada mirando la pantalla.
Prohibido enamorarse, Nico.
Pienso en lo rápido que han pasado las cosas. En poco menos de una semana me he enamorado de una desconocida en el metro, he salido del armario, he ido a un bar de lesbianas y me he acostado con una.
Y a la vez lento. Si lo hubiera sabido antes, si no hubiera consumido tanto tiempo de mi vida negando o ignorando una parte de mi, ahora probablemente tendría la conciencia más tranquila. O, desde luego, más experiencia. Yo y mi maldita ingenuidad. La misma desde los 13 años cuando lloré a moco tendido durante semanas porque mi mejor amiga se iba a mudar a otra ciudad y no la iba a volver a ver.
-Cariño, ahora no lo ves pero harás nuevas amigas. No hagas un drama. Eres muy joven -decía mi madre. Yo no era capaz de responderle más que con un “Era ella, era ella…” que ni mi madre, ni yo llegamos a entender nunca qué significaba. O quizá mi madre sí lo sabía y es ahora cuando yo comienzo a comprender.
Al despertar descubro que tengo un mensaje de Mamen en el móvil.
“¡Qué tengas un buen día!”.
Esto sí que no me lo esperaba y una sonrisa bobalicona inunda mi cara.
Abro las cortinas y llueve a mares, pero a mi me parece un día estupendo y voy canturreando por toda la casa.
Raúl me recibe con una sonrisa picarona en la facultad. Le he dado un adelanto de lo que ocurrió el día de antes y quiere más detalles.
-Aquí está mi bollito favorito.
-Calla. Se va a enterar toda la cafetería.
Algunas personas me miran de reojo.
Cuando estamos acomodados en una mesa, comienzo a contarle cómo fui a casa de Mamen y lo bien que me trató.
-Ya, ya, pero… ¿qué hicistéis en la cama?
-Ah, no, ese tipo de detalles no te los voy a contar.
-Venga, tía… Ten en cuenta que la sociedad heteronormativa ignora por completo cómo os lo montáis las lesbianas y que harías un gran favor a la humanidad entrando en ese tipo de detalles para normalizar el sexo lésbico.
-Contándotelo a ti…
-Sí.
-No. Prefiero que la sociedad heteronormativa piense que si no hay polla no hay sexo antes de que me visualices follando.
Raúl se lleva un chasco con mi respuesta, por lo que trato de volver a ganarme su confianza.
-Lo importante es que me trató muy bien. Fue muy dulce y sexy a la vez.
Raúl tuerce el morro y, aunque no se da por satisfecho, establece una tregua.
-¿Vas a volver a verla?
-Creo que sí. Me encantaría.
-Espero que no sea una bollera zorra.
-¿Una qué?
-Una bollera zorra -repite Raúl y cuando ve que no pillo por dónde va, pone los ojos en blanco y resopla. -¿Cómo puedes ser tan lista para unas cosas y tan ingenua para otras?
Encojo los hombros.
-Las bolleras zorras son mujeres que se dedican a zorrear, a ir de tía en tía, una picaflor…
-Me ha dado los buenos días.
-Ah, bueno. Entonces puede que sólo sea una bollera zorra educada.
-¡Oye! -le digo indignada por haber insultado a Mamen, -¿desde cuándo eres un experto en lesbianas?
Raúl se ríe y pide perdón uniendo las manos.
-Pasa en todos los sitios. Siempre hay un tipo de persona que le gusta zorrear, sea lesbiana, gay o heterosexual. Mira, ¿ves esa de ahí? -me dice señalando a una chica muy atractiva que empuja la bandeja de comida por la barra de la comida.
-Sí.
-Pues le gusta zorrear. Se ha tirado a media facultad. Sólo tíos. No te hagas ilusiones.
Le miro con odio porque me ha calado.
-Yo te lo digo porque eres nueva, no te conoces al personal, no has salido por la zona gay, no sabes de qué palo va cada una. Eres un pollito recién salido del cascarón.
-Ya, gracias. ¿Cómo se llama?
-Verónica, creo. Eh, pero por mi guay. Ser joven es eso: vivir libremente nuestra sexualidad.
-Sí… y estudiar. ¿Me pasas los apuntes de ayer?
Paciencia 🙂 Aun tengo que escribir el capítulo…
Ya me he puesto al día 😀
Gran error. Queda mucho para el martes (u_u)
Muchas gracias por comentar.
¿Será piedrazo o será amor verdadero? Tocará seguir leyendo para saberlo…
¡Saludos!
Entre las lesbianas hay de todo, como en todas partes. Lo que pasa es que no sé cómo, nunca lo he llegado a comprender, acaba conociéndose todo el mundo xD
¡Besotes! 🙂 ¡Hasta la semana que viene!
Salud por esos buenos amigos que te bajan de un piedrazo de las nubes!!
Excelente capítulo, acá me quedo esperando que pase rapidito la semana.