Capítulo 13: El consejo

El tiempo es elástico cuando estoy con Mamen. Lo que me parecen minutos, son horas pasadas en su cama, en su habitación. Lo que son días hasta verla, me parecen semanas, incluso meses, años o eones.
A mi madre, sin embargo, siempre le parece que me paso demasiado tiempo fuera de casa e insiste en saber con quién ando.
-Con gente de la Uni, mamá, que lo quieres saber todo.
-¡Claro que lo quiero saber todo! Quiero saber si mi hija está con gente que no le meterá en problemas. No me escribes ni un mísero mensaje, no sé dónde vas, ni con quién, ni cuándo volverás, ni qué haces.
-¿Quieres venirte conmigo de marcha o qué? -le grito de madrugada.
-No me trates de estúpida, Nico, que te parto la cara. ¡Lo que me faltaba! Y no grites que se va a despertar tu padre.
-Has empezado tú.
Aguantamos las miradas llenas de furia unos segundos.
-Escucha, Nico, -cede mi madre -sólo quiero saber si estás segura cuando sales.
Me encantaría decirle que lo estoy, que no salgo de la casa de Mamen, que nada malo puede pasarme cuando estoy bajo sus sábanas, que me he enamorado de ella y que quiero pasar todo el tiempo posible a su lado. Pero si le cuento todo eso le dará un infarto. O me partirá la cara. O las dos cosas.
-Confía en mi, mamá, ya tengo 20 años, sé lo que hago, sé qué hacer y qué no hacer para no meterme en líos.
Estoy segura de que no se queda convencida del todo pero no espero a la réplica y me marcho a mi habitación a echar de menos a Mamen hasta la próxima vez que nos veamos.
Cuando veo a Raúl en la facultad, también me parece que hace siglos que no veo, aunque le viera el pasado viernes en clase.
-Este finde quedamos, ¿no? Nos iremos de fiesta por Chueca.
Tuerzo el labio y niego con la cabeza.
-¿No?
-Lo siento, Raúl, tengo un cumple.
-Con Mamen, supongo.
-Sí.
A Raúl no le gusta nada mi respuesta.
-Te pasas los findes con ella. Me tienes abandonado.
-Ya… Es el único rato que podemos quedar. El resto de la semana va de culo con el trabajo.
-Vale. Estás enamorada de ella, lo entiendo, yo también he pasado por eso, pero no me dejes de lado. Trata de sacar un día para salir conmigo, ¿vale? Necesitamos vernos fuera de aquí.
Asiento con la cabeza y hago el gesto de la cruz sobre mi pecho en señal de promesa. Sin embargo sé que sacar un rato para Raúl está lejos de ser una de mis prioridades ahora mismo. Y dudo de que él lo sospeche a juzgar por cómo sonríe ante mi promesa.

Mamen insiste en venir a buscarme a mi barrio para ir al cumpleaños. Queda cerca de la fiesta de cumpleaños y quiere saber por dónde me muevo. En un principio, me muestro reacia pero después se me ocurre una idea. Un pequeño paso para Nico, pero un gran paso para su lesbianismo, oigo que dice mi Neil Armstrong particular, ese que hace que me pase horas en la luna.
-Te presentaré a mis padres.
Mamen flipa y le aclaro el porqué antes de que salga corriendo.
-Cálmate, no es una declaración de intenciones. Ya te he contado que mi madre me da la brasa porque no me ve el pelo los findes. Si le presento a una de mis amigas, igual se queda más tranquila.

Cuando abro la puerta de casa, veo a una Mamen indescriptiblemente guapa que me recuerda a la chica que me cazó en mi primera noche en un bar de lesbianas. Irresistible, segura y muy sonriente; las mismas cualidades que me conquistaron hace un par de meses, ejercen el mismo efecto sobre mis padres que no paran de sonreír ante Mamen. Veo a los tres hablar de cosas sin importancia y sin embargo todo es muy importante en ese salón, aunque yo sea la única que lo sepa.
-Y, dime, Mamen, ¿cómo conociste a Nico? -pregunta mi madre.
Mierda.
-Eh… -balbucea Mamen. Su seguridad se ha ido al traste.
-En clase, mamá- salgo al rescate.
-Pero habéis dicho que Mamen trabaja en una consultora. ¿Cómo puede ser eso?
-Pues… -ahora soy yo la que tartamudea.
-Hay algunos créditos dedicados a la cultura empresarial, el emprendimiento y esas cosas en su carrera -se lanza Mamen. -Fui como formadora de apoyo a su clase y después nos fuimos a tomar algo.
-¿Con los alumnos? -preguntó mi madre extrañada.
-Sí, bueno, como yo era más joven que el formador principal pensé que podía ofrecerles una visión más aproximada de lo que ellos buscan y que estarían más receptivos fuera de clase. Sé que suena extraño, pero salieron grandes idas de aquella tarde, ¿te acuerdas, Nico?
Estoy flipando. ¡Qué capacidad de improvisación tiene Mamen. Yo hace rato que me he echo caquita.
-Odio que en la Universidad se metan las empresas privadas… -acaba soltando mi padre.
Mi madre y yo ponemos los ojos en blanco y Mamen ríe disimuladamente ante la estampa.

Ya en la calle, Mamen vuelve a ser la chica segura de siempre.
-Pues no sé de qué te quejas, Nico. Tus padres son muy majos.
-Lo son pero ahí arriba estaban engañados. Ya lo sabes.
-Bueno, aun así. Me ha hecho ilusión conocer a tu familia. Tenía ganas de conocer a las personas que te han criado así de bien -me dice mientras me rodea la cintura con sus brazos y me da un beso. Le sigo el rollo hasta que caigo en la cuenta de que ese es mi barrio y que puede vernos alguien que me conozca.
-Aquí no, Mamen…
Mamen se separa de mi y mira alrededor.
-No hay nadie en la calle.
-En este barrio, hasta las cortinas tienen ojos.

Antes de subir al piso donde se celebra la fiesta de cumpleaños Mamen me agarra de la mano y me mira seria.
-Aquí no me digas que no podemos ir de la mano.
Me ruborizo y niego con la cabeza.
En realidad, no tengo ni idea de quién es el cumpleaños y me alegro de ir de la mano de Mamen porque no conozco a nadie. Me presenta a la gente, nombres que olvido casi al instante, felicitamos a la cumpleañera y Mamen le da un detalle.
-Mamen, no me has dicho que le has comprado algo. ¿Cuánto te debo?
Pero Mamen sacude las manos restándole importancia.
Nos unimos a Ali, Laura y Ana, las amigas de Mamen que conocí en el partido de fútbol. Beben y bailan al ritmo de una música que apenas reconozco como aquella noche en que confundí a Mamen con la chica del metro. Pero enseguida algo interrumpe la felicidad del momento: Carolina, la rebelde compañera de equipo de Ali, entra por la puerta.
-¿Qué hace esa ahí? Me aseguraron de que no estaba invitada -pregunta Ali.
-Creo que ha venido con esa chica -responde Ana, siempre risueña, señalando a la acompañante de Carolina. Ali le devuelve una mirada incendiara y Ana encoge el dedo.
La tensión no se podría cortar ni con una motosierra. Permanecemos un rato paradas, ajenas a la música y bebiendo sorbo a sorbo nuestras copas.
Me doy cuenta de que Carolina nos mira de vez en cuando. No la conozco, ni a ella ni a su pasado o presente con Mamen o con Ali, así que no sé qué está pensando. Además, su mirada es muy enigmática y no sé interpretarla. Me falta información y me sobra líquido en la vejiga.
-Mamen, ¿me acompañas al baño?
Mamen suelta una carcajada.
-Cielo, no te van a comer -me dice mientras me acaricia la mejilla.
Nunca antes me había llamado cielo o cariño o amor y me gusta. Con un sonrisa tonta voy en busca del baño.
Cuando salgo del baño, Carolina me arrincona en un punto estudiado fuera del ángulo de visión de Mamen. Lo sé porque la busco con la mirada y no la encuentro. Me corta cualquier huida apoyando uno de sus brazos delgados y fibrosos contra la pared para cortarme el paso.
-Hola -dice.
Yo apenas respondo con un balbuceo.
-Yo ya sé cómo te llamas y es probable que tú también sepas quién soy yo así que nos ahorramos las presentaciones.
-Vale -digo tartamudeando.
-Voy a ir al grano: no te encapriches de Mamen. No encajas en su vida.
La mirada de Carolina sigue siendo indescifrable. Está llena de tantas cosas que no sabría por dónde empezar a traducirla.
-¿Por qué dices eso?
-Da igual si te lo explico porque no me vas a creer, pero ten cuidado -dice esto mientras me da un toque delicado con sus dedos en mi barbilla.
Su cuerpo se relaja y levanta la barrera que ha creado con su brazo.
-Entonces… ¿qué te importa a ti lo que yo haga o deje de hacer? -le pregunto tras rascar el poco valor que me queda en el fondo de la vejiga, nadando con la ginebra.
Carolina se encoge de hombros y muestra las palmas de sus manos en señal de paz.
-Es un consejo. Haz lo que quieras.
Salgo de ahí tratando de disimular que me tiemblan las piernas. Cuando llego al grupo, Mamen me recibe con una sonrisa.
-Ves, nadie te ha comido -me dice para instantes después darme un beso en los labios.

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