Capítulo 21: Despertares

Mamen ha aprovechado unos minutos en que me he quedado traspuesta para ducharse. Sale del baño perfumada, con una toalla en el cuerpo y secándose el pelo con otra.
-¡Buenos días! -me dice sonriente y me da un beso en la nariz.
-Hola.
Quiere volver al baño pero le agarro rápidamente de la toalla.
-¿Echamos uno rápido antes del desayuno?
Se ríe.
-Uno rápido, dice. Eso no lo conocemos tú y yo.
-Bueno, pues uno lento.
-No, cielo, que ya me he duchado. No quiero volver a sudar.
-Pues lo echamos en la ducha -insisto.
-Es una mierda, te lo digo ya. Además, acabas más pendiente del agua que se derrocha que de follar.
Me quedo un poco chafada por la respuesta. No tanto por la negativa a hacer el amor de Mamen sino por el hecho de que Mamen ya ha probado el sexo en la ducha y yo me voy a quedar con las ganas. Al menos, de momento.
-¿Qué tal te va la formación? -pregunto durante el desayuno del bufé del hotel.
-Bien, bien -responde distraída. -Al principio me costaba por el tema del idioma, pero ya me voy haciendo.
-Cuando te hagas a la vida de aquí, te tocará volver -le digo mientras le quito una miga de cruasán de la comisura de los labios.
Mamen me mira fijamente pero sin llegar a enfocar la mirada, como si viera más allá de mi.
-Sí, sí… -responde después de un rato. Me cuesta recordar qué era lo que había dicho.
Creo que esta Mamen no es mi Mamen, que me la han cambiado, que los ingleses la han abducido. Está dispersa y no todo lo cariñosa que esperaba después de tantos días sin vernos. Lo más seguro es que sean paranoias mías.
-A ver, enséñame ese mapa que habías preparado.

Si Mamen quería una coartada para mostrar a mis padres en mi vuelta a Madrid, lo está consiguiendo con creces. Me hace miles de fotos: caminando, en una cabina, con el Big Ben de fondo, tomando una coca cola del McDonalds en Trafalgar Square, posando haciendo el símbolo de la victoria con los dedos frente al parlamento británico (en un claro doble homenaje a Churchill y a Guy Fawkes no exento de ironía, como bien apunta Mamen).
 

-No puedo más, Mamen, estoy cansada. Vámonos al hotel, porfi -le ruego desde la comodidad del césped de Hyde Park. Hace sol y hay mucha gente merendando o simplemente pasando el rato.
-De eso nada, aun quedan puntos rojos por recorrer -dice señalando el mapa.
Me coge la mano y tira de ella para levantarme.
Caminamos un rato de la mano hasta que Mamen se suelta de manera poco sutil.
-Si no me das la mano, me desmayaré en cualquier momento -bromeo.
-Vamos, Nico, no seas cría -me dice sin apenas mirarme, enfrascada en el mapa.
Le miro con el ceño fruncido y entonces levanta la cabeza.
-Perdona, no quería decir eso.
Se acerca hasta mi y me da un beso fugaz en la mejilla.
-¿Eso es todo?
-¿Qué más quieres, Nico? -dice con una risa nerviosa.
-Vamos, Mamen. Estamos en Londres. Me has traído hasta aquí. Tenemos este fantástico césped que está deseando que retocen en él y me parecería de muy mala educación no hacerlo. Ya sabes cómo son de polite los ingleses.
Mamen sonríe.
-No voy a retozar en un césped que luego me pica todo el cuerpo. Ya lo haremos luego en la cama. Te lo prometo.
Me conformo con la respuesta y extiendo la mano para que me la coja y pasear agarradas. Mamen la mira y luego mira alrededor.
-Vamos. Dame la mano -le apremio.
Vuelve a mirar alrededor. Incluso se gira para ver a la gente que puede haber a su espalda. Empiezo a comprender lo que pasa.
-Mamen, ¿estás en el armario en Londres?
Mamen pide disculpas con la mirada pero a mi de poco me valen.
-Nico, antes de que digas nada. Es complicado empezar de cero en otra ciudad.
-Pero, ¿qué más te da? En poco más de una semana te largas de aquí.
-Sí, bueno… -rehuye contestar. -Acuérdate de cuando te acompañé a casa. No me dejabas cogerte de la mano cuando estábamos por tu barrio. Pues esto es parecido.
Touché.
Bajo la cabeza. Tocada y hundida.
-Venga -me dice sujetando mi barbilla para levantar la mirada. -Luego hacemos el amor en la ducha, ¿vale?

Asiento con una media sonrisa y reanudamos el paseo para recorrer los puntos rojos que nos quedan.

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