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Capítulo 28: En el alambre
Ando sobre un alambre muy fino, pero me mantengo. De lunes a jueves soy la perfecta estudiante, saco adelante la carrera, me esmero por sacar nota y dejo a mis padres contentos.
El fin de semana salgo a ligar y a mi madre se le amarga el gesto porque siempre llego a deshoras y se piensa que me drogo.
Ligar no se me da mal y mi fama comienza a precederme por lo que cada vez es más fácil. Coches, parques, baños, habitaciones compartidas… Ningún escenario se me resiste y me sorprendo a mi misma haciéndolo de mil maneras diferentes. Cual vampira, me alimento del poder de dar placer. Es adictivo y me eleva a los cielos.
Pero todo tiene una cara b, una bajada a los infiernos. Conforme se acerca el viernes, se me pone un nudo en el pecho que aún no sé a qué se debe.
Esta noche es viernes así que toca salir. Lo quiero fácil y lo quiero ya, así que empiezo a cruzar miradas con una chica que lleva falda. Es bajita, musculosa y con el rostro muy dulce. Ella ya sabe lo que quiero y me lo quiere dar. Se acerca y me invita a una cerveza. Se ríe constantemente y apenas escucho lo que dice por encima de la música del bar. Al segundo trago de cerveza ya me da un pico. En el cuarto, me repasa la oreja. Al sexto, me agarra la mano y me dejo arrastrar al baño.
Entramos en uno y baja la tapa.
-Mira lo que sé hacer -dice.
Acto seguido, pone las manos sobre la taza y hace el pino. La falda se le baja (¿o se le sube?) y deja al aire sus vergüenzas.
-Joder -digo con asombro.
Entonces, abre las piernas y las apoya a cada lado del baño. Su coño me queda a la altura de la boca.
-Dale -me dice.
-Te va a bajar la sangre a la cabeza y te vas a marear -le digo.
Se mantiene firme sobre la taza del váter.
-Pues dale rápido -ríe.
Me pongo a ello más preocupada por la salud de la chica que por darle placer.
-Lo tienes todo pelado -digo entre lametones.
-Sí, es lo que tiene llevar un maillot de gimnasta.
La chica jadea de vez en cuando y la firmeza de sus brazos comienza a esfumarse. Baja las piernas y apoya las rodillas en mis hombros. Curva la espalda y parece que se va a partir. De esta manera, puede levantar la cabeza un poco y que le vuelva a recorrer el riego sanguíneo por todo el cuerpo.
-Baja y nos ponemos más cómodas en la taza del váter.
La gimnasta se niega. Le resulta excitante, dice. Comienzan a aporrear la puerta conforme aumentan los gemidos de la chica.
-Ya me voy, ya me voy -dice entre jadeos.
-¡Buscaros un hotel! -nos sugieren desde afuera.
Me esmero en el último sprint y meto la lengua con profundidad sin parar de moverla en círculos. Con las manos, araño sus muslos y glúteos porque me apetece que me recuerde cuando vuelva a ponerse el maillot. Ella empuja el tronco hacia mí de manera rítmica hasta que acaba derritiéndose y perdiendo la poca fuerza que le quedaba en los brazos.
Le agarro su cuerpecito hasta que se recupera y vuelve a ponerse de pie.
Tiene la cara roja y se sienta un poco en el váter.
-Ha molado, eh -dice mientras recupera la respiración y el color.
-Sí, ha estado bien.
Me abraza con fuerza y se despide.
-Ha sido un placer, Nico. ¡Nos vemos!
Abre la puerta de par en par y se larga dejándome con la palabra en la boca. Me como la bronca de todas las chicas que esperan fila para ir al baño. De todas menos una que me empuja de nuevo adentro y cierra tras de sí. Más abucheos e insultos.
-Mira, lo siento pero no me apetece ahora mismo nada de sexo -le digo a la chica.
-Calla. No quiero follar contigo.
La chica es mona pero estoy agotada. Necesito tiempo para recuperarme porque tengo pequeños calambres en la lengua.
-Ahí afuera está mi ex. Me hizo mucho daño y se lo quiero devolver -dice y enseguida se pone a jadear y a decir mi nombre.
-No quiero líos…
Ella me ignora y finge que le estoy follando ahí mismo.
-¿Me estás escuchando? -digo alzando la voz.
La chica golpea la puerta y me tapa la boca.
-Oh, qué rico, Nico, no pares.
Trato de hablar pero me tiene empotrada contra la puerta. En ese instante me siento utilizada. No sólo por esta chica sino también por la anterior, la gimnasta. Esa despedida tan seca me ha dejado tocada. Me siento sucia y empiezo a comprender que lo que tengo en el pecho no es algo que se haya enredado en forma de nudo, sino la ausencia de algo, un hueco.
-¡Sal de ahí, zorra! -oigo que gritan desde fuera. El baño parece un gallinero. Aporrean la puerta y nos insultan.
-Es mi ex -dice la chica que no quita la mano de mi boca.
Yo trato de decirle con la mirada que se apiade de mi, que no voy a salir bien parada de aquella, pero o no lo entiende o no le importa.
Por fin, finge que se corre y me destapa la boca.
-Oye, muchas gracias, eh. Y perdona -dice con falsa gratitud.
De nuevo, la puerta del baño se abre y quedo expuesta a las miradas y gritos mientras la chica se va. Delante de mí hay una tía que me saca dos cabeza y que me mira con furia. Sin mediar palabra, me pega un puñetazo en la cara que me deja sentada en el váter.
Tardo un par de minutos en recuperarme del golpe. Me han sacado del habitáculo y me han dejado tumbada en una esquina del baño.
Alguien me echa agua en la cara que me ayuda a despejarme. Cuando logro enfocar la mirada y la mente, veo a Carolina con cara de muy pocos amigos.
-Te lo tienes merecido.
Me jode que me lo digan, pero me jode más que sea ella. Me levanto rápidamente y me encaro con chulería. Del ímpetu me da una bajada de tensión y tengo que agarrarme en el lavabo.
-¿Qué? ¿Pensabas quitarme el trono? -dice.
-Puedo hacerlo cuando me de la gana.
Se ríe en mis narices y no me extraña. Me sangra la nariz, se me está hinchando un ojo y sigo agarrada al lavabo porque me tiemblan las piernas.
-Mira, Carolina, no quiero líos y menos contigo.
-Demasiado tarde. A ver cuándo aprenderás que cuando te advierta de algo tienes que hacerme caso.
Me toca las narices que me lance a la cara lo de Mamen como un escupitajo. Ha ido a hacer daño sin que yo le haya hecho nada.
-Que te den por el culo, puta.
Me ha salido de dentro y sé que me estoy ganando otra hostia, pero por el motivo que sea, Carolina lo deja pasar.
-Vete a casa y ponte hielo en el ojo. Mañana te veo aquí y vemos quién es más puta de las dos.
Las chicas que hay en el baño lanzan un aullido de desafío que me hierve la sangre.
-Vale -le digo con los dientes apretados.
Cojo un hielo de un cubata abandonado sobre el lavabo y me lo pongo en el ojo. De esta guisa salgo a la calle y el aire me devuelve la vida.
Un taxi me lleva a casa.
-No me vayas a manchar la tapicería del coche, eh, nena.
Ese “nena” me sienta como un pellizco en el pezón y estoy por escupirle en el retrovisor, pero creo que han sido demasiadas emociones por hoy y sólo quiero meterme en la cama.
El agua fresca se lleva por el desagüe los rastros de sangre de la nariz. También se lleva un poco de orgullo, suciedad y la sensación de haber sido utilizada. Pero no logra llevarse por delante el hueco en el pecho.
Me miro al espejo. La inflamación está bajando y me sorprendo a mi misma alegrándome por ello porque así no espantaré a las chicas mañana en ese particular duelo en el que me ha desafiado Carolina. Sacudo la cabeza. Sé que es una locura, sé que tengo las de verder, pero también tengo unas ganas tremendas de vengarme de ella por haberme jodido la vida.
Hay veces que en los momentos más inesperados tienes una revelación. A mi esta me viene meando, con las bragas en el suelo y un aire frío recorriéndome el culo. Este hueco en el pecho, esta sensación de vacío que vengo notando estos días borrosos, ya la he sentido antes. Concretamente, con Mamen tras acostarme con ella y luego tener que volver a casa y meterme a mi cama sola, sin nadie a quien abrazar, sin nadie con quien compartir ese calorcito que te deja un buen polvo, sin nadie a quien susurrarle que le quieres y que no es consecuencia del orgasmo, sino que es de verdad, que le quieres en la cama pero también en la calle paseando de la mano o en el sofá viendo una peli o en una cena con los suegros.
Intento calcular cuánta dignidad y amor propio he perdido zorreando y se me hace imposible. No es lo mío, no soy así. ¿Qué pensaría de mi Mamen si se entera? Igual se ha enterado ya. Igual se lo ha dicho Carolina. Me sulfura tanto la idea que apenas atino a ponerme la camiseta del pijama.
-Sólo una noche más, Nico. Le das una lección a esa zorra y luego te dedicas a buscar a la chica de tu vida.
Nico está aprendiendo a tortas.
ay que pena me ha dado Nico =( no es así como debería ser. Ni modo, de verdad espero que esa sea la última noche.