Las tres ideas que tengo en cuenta cuando me pongo a escribir

Aunque lleve poco tiempo publicando, he escrito casi toda mi vida. He escrito mucha basura, pero también he escrito algunas cosas buenas. Pero de todo ello he aprendido tres claves que suelo tener en cuenta a la hora de sentarme a escribir.
 

1. Escribe para que te entiendan (gramática incluida)

Sujeto – verbo – predicado

Primera lección que aprendí en mis años de periodista. Es muy básico, pero aun así hay gente que no pilla este concepto y se enreda en subordinadas o mete palabras rebuscadas para que el texto gane empaque. No es eficaz. Tener que buscar en un diccionario qué significa una palabra no sólo corta el ritmo del texto sino que se corre el riesgo de perder el hilo de la lectura.
 
Si dudas entre meter una coma o un punto no lo dudes: punto y seguido. A quien te lee le gusta respirar.
 
Si tienes que leer tu propia frase dos veces para saber si está bien escrita, pártela porque si a ti, que tienes la historia interiorizada, te cuesta leerla, a tu lector o lectora ni te cuento.

2. Escribe para hacer sentir

Olores, colores, sabores

Se lo escuché a Dominique Lapierre en una entrevista. Cuando se ponía a escribir, solía tener varios post-it con olores, colores y sabores que usaría en la ambientación de sus novelas. Los escenarios de sus historias van desde Brasil hasta La India, pasando por Jerusalén y, por supuesto, París.

Pero no hace falta irse tan lejos para construir un escenario evocador a través de los sentidos. Por ejemplo, una de las escenas que más gusta de Nico, por favor es cuando coge la moto y se recorre los campos alrededor de su pueblo, sintiendo el calor del sol en sus brazos y viendo por el retrovisor los brillantes pedacitos de paja que levanta a su paso.

3. Escribe para emocionar

Objetos – atmósfera – acciones (correlato objetivo)

Escribir «Silvia estaba apenaba por la muerte de su madre» es gramaticalmente correcto, pero no emociona. Se puede escribir un libro sumando frases de este estilo, pero pasará sin pena ni gloria en la vida del lector y lo que queremos las autoras y autores es adueñarnos de un pedacito de memoria de quien nos lee.
 
Para eso, llega al rescate la técnica del correlato objetivo que nos invita a sumar pedazos para componer una historia que emocione.
Traigo este extracto de la web Avión de papel porque lo explica muy bien:
 

Tomemos un ejemplo en que queramos describir el dolor de una viuda en el entierro de su marido. Sumaremos primero objetos: paraguas negros, una alianza, lápidas, cipreses, estatuas funerarias… Incorporemos una atmósfera o escenario: un cielo gris que se oscurece aún más, nubarrones, lluvia, viento entre los cipreses… Añadamos acciones hasta recrear una escena: la viuda se quita la alianza, se seca las lágrimas, se oyen sollozos a su espalda, pero se aleja del cortejo fúnebre.

Entonces acumularemos nuevos objetos o imágenes simbólicas en otro episodio (o conjunto de escenas) que marque un cambio en el personaje. La viuda abandona sobre una lápida su abrigo negro, el cielo se despeja, sale el sol y el rocío se seca en los rosales de los jardines, hasta que se abren los pétalos de una rosa. Y, así, podríamos continuar con la narración.

Se trata de unir fragmentos con significado propio para construir pieza a pieza el gran relato.
 
Y esto es sólo el comienzo. Soy de las convencidas de que se aprende a escribir leyendo. De todo se aprende: de lo malo, lo que debes evitar; de lo bueno, lo que puedes imitar.
También se aprende a escribir escribiendo.
Redundancia, lo sé, pero hasta que no te sientes a escribir nunca escribirás.
Ya: Obviedad.
Lo que quiero decir es que dejes de leer artículos sobre cómo escribir porque ninguno va a escribir por ti.
 
Siéntate (o túmbate) y escribe.
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