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Diario de una escritora de novela lésbica #30
Me despierto con el despertador de mi novia, que lo tiene puesto a las 6:24. Ni un minuto más ni uno menos. Sí, es de esas.
Mientras ella se prepara, yo remoloneo un poco en la cama consciente de que esos minutos que estoy bajo las sábanas es tiempo que me resto de escribir.
Me levanto, abro la ventana para airear la habitación y, si tengo que ir a la oficina a trabajar presencial, me ducho y me arreglo el pelo. Aquí lo mismo: cuanto más rato esté arreglándome el pelo, menos estaré escribiendo. Pero cuanto menos rato esté arreglándome el pelo, peor me quedará.
Mi novia se va a currar y yo me hago un café y me pongo a escribir. Pueden ser 25 o 15 minutos en función de lo anterior.
Para más inri, a veces el reloj de mi portátil pierde el ritmo y me marca un minutaje diferente al real. Cuando voy contrarreloj esto es peligrosísimo.
Menudos dramas me monto.
La sensación de escribir contrarreloj me viene bien. Me apremia, me obliga a escribir.
Debo dejarme unos minutos de reserva para hacer la cama y lavarme los dientes. Confieso que muchas veces he sacrificado lavarme los dientes y lo he hecho en el trabajo.
Si me quedo en casa trabajando, tengo algo más de tiempo para escribir (y remolonear en la cama).
Lo que no escriba en este rato, no lo escribo ya en todo el día, porque por las tardes prefiero ver la tele o leer o a hacer ejercicio. Y por las noches cenamos pronto porque MI NOVIA SE PONE EL DESPERTADOR A LAS 6:24.
Y esta es mi morning routine. ¿Cómo te quedas?
Sorprendida, feliz de este diario. De mi rutina excluyo escribir 😜.
Pues podrías incluirlo. Escribir un diario ayuda a aclarar ideas. Te lo digo por experiencia 😀