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Diario de una escritora de novela lésbica #31
Alerta: Me pongo sería y un poco conspiranoica.
Ayer leí esta noticia, y aunque el mundo de la música y el de la literatura es distinto, sí que me dio qué pensar.
Justo este fin de semana mi sobrino me preguntó qué era eso de que los números eran infinitos, que en algún punto tenían que acabar. Le intenté explicar que en la teoría los números son infinitos, pero en la práctica nadie se ha puesto a demostrarlo. Se pegaría toda la vida diciendo números y aún así no llegaría al último.
Creer en lo infinito es un acto de fe.
Hasta ahora nos pensábamos que Internet era infinito. Nos pensamos que «la nube» es infinita, que soporta todas las fotos que nos hacemos, la música que escuchamos, los libros que leemos. Nos reíamos de quien se compraba las películas en formato DVD, de quien se imprimía las fotos para ponerlas en un album, de quien se dejaba los cuartos comprando en papel porque total con Kindle Unlimited puedes leer todo lo que quieras sin cargar contigo el peso de la literatura.
Y llega esta noticia de que Deezer (una alternativa a Spotify) y Universal llegan a un acuerdo para que el reproductor no incluya «tonelada de basura sin apenas valor para los verdaderos oyentes».
Deezer, como Spotify, como Amazon, reparte el dinero de la publicidad y de las suscripciones entre las productoras que cuelgan sus canciones en la plataforma en función del número de reproducciones. Estas supuestamente las reparten entre sus artistas.
“El dinero que reparte Spotify no es infinito, pero tiene que repartirlo entre todos los artistas y canciones. Y si todos los meses se suben tres millones de canciones, ese reparto se diluye. Las plataformas tienen que empezar a ver hacia dónde va ese dinero”, dice el artículo.
Si eliminas esa «tonelada de basura sin apenas valor», hay más dinero a repartir.
Ahora las plataformas están centradas en el «cuanto más contenido, mejor». Es el caso también de Amazon, que te premia con un mejor posicionamiento cuanto más publiques. Pero si alguna gran plataforma cierra el grifo, la industria vivirá un gran cambio.
Deezer ya lo ha hecho. Está por ver si le seguirá Spotify. Y está por ver si a Spotify le seguirán otras plataformas, llámese Kindle, Netflix o YouTube.
La nube no es infinita (no dejan de ser servidores, ordenadores de otros) y el coste de su almacenamiento hay que pagarlo.
Pero, ¿quién decide qué es basura? ¿Cuáles son los criterios? ¿Es la literatura lésbica basura, propaganda o literatura? ¿Se salvará de la quema?
Yo por si acaso te digo que mis novelas están también en papel y que también las puedes comprar y descargar en mi web, que no es infinita, pero al menos sé dónde está alojada.
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