Diario de una escritora de novela lésbica #40

Hay una cacofonía sobre cómo escribir bien que es difícil de ignorar cuando estoy escribiendo.

Que si no use adverbios acabados en mente, que si no caiga en el gerundio de posteridad, que si use metáforas y otras figuras literarias, que si hay maneras más originales de iniciar un párrafo que «Sujeto + verbo»…

Me genera ansiedad, inseguridad. Me frena.

Es el momento en el que mi yo editor toma el control, se adelanta a su momento, me boicotea.

Que sí, que ya, que lo sé, pero déjame avanzar.

Me persigue con sus notas, con sus frases subrayadas en otras novelas, con su diccionario.

Se me agarra como un chinche.

Y yo huyo. No me toca ser racional ahora.

Eso es lo bonito de los primeros borradores, que son viscerales, emocionales, nacen de dentro.

Luego mi yo escritora se vengará. Taladrará al yo editor para decirle que no toque eso, que deje aquello, que mantenga esa esencia que nació de la parte más irracional de la mente, la que conecta con los sueños y la imaginación.

Le hará dudar mil veces de si está ante algo bueno o ante una soberana mierda.

Al final, la lectora dicta sentencia.

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