Diario de una escritora de novela lésbica #25

Caca, culo, pedo, pis.

A veces soy así de básica.

No lo hago de manera intencionada, supongo que es mi manera de ser, pero más de una vez me pongo escatológica en mis novelas.

A ver, tiene sentido: si pongo a mis personajes a comer, pues en algún momento lo tendrán que echar.

Acabo de escribir una escena en la que uno de los personajes está en el baño a punto de cagar. Su pareja llega a casa y la encuentra ahí. Le da un beso. Es una escena cotidiana. No hay nada más cotidiano que eso, si eres regular, claro.

En una pareja siempre hay una que no va bien al baño. Esto es ley de vida, y las lesbianas no escapamos a eso.

Nos preocupa la caca. Especialmente si no eres regular, claro. Lo comentamos con nuestra pareja o con nuestra familia.

Yo al menos lo hago, que también puede ser que sea yo así de rara.

Entonces, ¿por qué no iban a hacerlo mis personajes? ¿Me estoy pasando de «realista»?

Mucha gente lee para evadirse de la realidad y que cuando se encuentra con un personaje cagando le rompe los esquemas y le desagrada. «He venido aquí a un mundo perfecto. La gente no debería estar cagando».

Bueno, esas no son mis novelas, desde luego. Hay escenas en el baño en Nico, por favor, en El sentido de la vida de Carla Pi (donde en este caso es crucial para la trama) y en Todos los besos que no di, que recuerde de memoria, pero seguro que alguna escena más se me habrá colado.

Supongo que soy una escritora de mierda.

[Palabras escritas hoy: 602]

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