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Diario de una escritora de novela lésbica #44
Ayer me di una vuelta por BlueSky y me topé con un post de L. V. Velásquez. Me encanta leer a escritoras escribir sobre por qué escriben lo que escriben y esta frase me tocó la patata:
«Pero temo que mis palabras pierdan significado si no revelo las riquezas del camino recorrido que las trajo, y esta es la razón por la que he decidido compartir mi historia, para que cuando me lean, me entiendan».
L. V. Velásquez
Comparto la visión de L. V. de que para leer más allá de una historia hay que saber el contexto en el que fue escrita.
Aunque nuestros caminos son muy distintos (en el post L. V. revela que sufre depresión y escribir le ayuda a paliarla de alguna manera), hemos llegado al mismo sitio, a la misma conclusión: un libro es en cuanto a su contexto.
Hace tiempo, en una entrevista que le hicieron a Sandra Barneda dijo que ella jamás se basaba en experiencias personales para escribir sus novelas y me chocó porque yo no sabía escribir sin basarme en algo personal (ya sea una experiencia, una opinión, una anécdota).
Este diario que escribo en paralelo a la novela va de eso, de ir trenzando realidad y ficción.
Para darle una vuelta más a la trenza, uno de los personajes de mi novela es una presentadora de televisión a la que sacan del armario y que está escribiendo un libro. Ni confirmo ni desmiento que puede contener trazas de Barneda. O al menos, de la Sandra Barneda que yo tengo en la cabeza.
Por supuesto, hay novelas que no tienen por que intrincarse con la experiencia de la autora y que se puedan leer sin más contexto que el contenido en el propio libro. Y no son ni mejores ni peores.
Pero sí sé que detrás de cada historia hay otra historia (un chispazo) y es fantástico que salgan más autoras a contar la suya.
Si no lo habéis hecho, os recomiendo que leáis el post de L. V.
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