Suzette Munkácsi

Ladrona de arte de guante no necesariamente blanco. Suzette no es ninguna de las protagonistas de mi nueva novela, pero sí uno de los personajes de peso, de esos que afectan a los personajes y les empujan en una dirección u otra.

Ladrona de arte de guante no necesariamente blanco.

Suzette no es ninguna de las protagonistas de mi nueva novela, pero sí uno de los personajes de peso, de esos que afectan a los personajes y les empujan en una dirección u otra. Y cuando Suzette empuje a nuestras chicas, no será precisamente para bien. Vamos, que tiene perfil de malvada.

Ficha técnica:

  • 20 de julio del 83, Nueva York (USA).
  • Reside en París (Francia).
  • Altura: 1,80, morena, ojos oscuros.
  • Su cara refleja la mezcla de sus orígenes: parisinos, polacos y tunecinos: nariz grande, peca sobre la mejilla, pelo largo y lacio.
  • Objetivo: El mismo que Irene y Daniela.

Biografía:

Hija de un broker de Wall Street y una marchante de arte. Gracias a su madre sabe todo lo que sabe sobre Arte y el valor que tiene; y gracias a su padre, ha conseguido tejer una red de contactos a los que vender obras. Empezó en la galería de su madre, pero pronto descubrió que el mercado negro era mucho más lucrativo.

Aunque sus padres no ven con buenos ojos su «profesión», la toleran en la medida en que sus principales clientes son amigos de la familia. Además, hace tiempo que no les pide dinero como sus otros dos hermanos, y que es más que autosuficiente para sufragarse su vida, sus caprichos y su negocio. Y parece una tipa lista porque la policía nunca le pilla. Claro, que muchos altos cargos de la policía, e incluso de Interior, son clientes suyos.

Acaba de salir de una relación, la más larga que ha tenido, con una abogada rusa once años mayor que ella. Todo era genial, viajaban por el mundo, aprendían los recovecos legales donde colar sus fechorías y el sexo era frecuente, salvaje y agotador. Pero Suzette la pilló en la cama con otra y, llena de rabia, las echó de su casa, pistola en mano. Ahí fue cuando descubrió el poder que le daba un arma de fuego entre sus dedos.

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